Es muy
difícil ser docente . Lo era antes y lo es
más a partir del aislamiento. Los docentes de alumnos cuyas familias
tienen escasa o nula conexión a Internet -no sabemos
cuántos son, pero estimamos en un 50% de acuerdo a estudios previos-
sobrellevan la responsabilidad de salir a buscarlos, entregarles los
cuadernillos que distribuye el gobierno nacional y mantener contacto como se
pueda. Ahí donde no hay señal, ni notebooks, ni datos, ni agua potable ni condiciones
adecuadas en las casas, están los maestros.
Por otro
lado, los docentes de alumnos cuyas familias sí poseen mejor conexión a
internet, notebooks y tablets a disposición, se sienten aturdidos por un
mandato de "bulimia didáctica" de origen desconocido que justificamos
en el estar presente en un presente escolar en el que no estamos.
Es una
suerte de horroris vacuis : el horror al
vacío de las escuelas vacías llenado con un tsunami de ejercicios que vienen
por WhatsApp, email, o clases virtuales en plataformas diversas. Hay que hacer,
hacer y hacer.
Directivos,
docentes, familias hemos adoptado, sin saber muy bien por qué, un enfoque con
demasiados inconvenientes, aún para las familias con mayor disponibilidad de
tecnología.
Asumimos
sin querer una propuesta infectada por el virus del
solucionismo tecnológico , con el que todo problema tiene una
solución, toda solución es benéfica y mucho más si la solución es tecnológica.
Por el contrario, la tecnología no soluciona todo y algunas soluciones que
encuentra hasta pueden ser perjudiciales en el contexto de compartir la
responsabilidad del ejercicio del rol de educador con los padres y madres,
siendo que no estamos preparados para ello. Tampoco, muchas veces, las
plataformas en las que las actividades vienen siendo enviadas.
Apoyo en las tareas
A
medida que la edad de los alumnos desciende, más importante es la presencia de
los adultos del hogar para apoyar en las tareas . No es casual que en las universidades sean las
instituciones educativas que con mayor eficacia pueden sostener la continuidad
educativa, aunque a veces con reparos y en modo experimental.
Cuando
los alumnos tienen menos autonomía, surge un entrevero fatal porque los adultos
de la casa no tenemos los conocimientos didácticos necesarios para acompañar y
porque también tememos nuestras propias ocupaciones, incluida la de sobrevivir
económicamente el encierro. Y, además, porque muchas veces no tenemos ni vamos
a tener la paciencia ni la distancia emocional: son nuestros hijos, no nuestros
alumnos.
Las
propuestas que enviamos los docentes usualmente no tienen en cuenta este
detalle fundamental por lo que no queda claro quién es el destinatario real de
la propuesta, cuál es el rol de los alumnos y cuál el de la familia y los
docentes
Seguir
con el cronograma original y apostar al "aquí no ha pasado nada" crea
una falsa sensación de normalidad que choca con las diferentes realidades de
las familias. La escuela tiene un modo probado (nos guste o no) de organizar
tiempos, espacios, contenidos y responsabilidades que las casas ni tienen ni
podrán llegar a tener, por lo que el esfuerzo de continuidad "normal"
genera un mayor esfuerzo con menores y peores resultados. El "aquí no ha
pasado nada", en definitiva, tiende a la repetición de errores de
cuestiones no resueltas.
Producto
del aislamiento obligatorio los hogares (incluidos los de los docentes)
atravesamos una situación afectiva "de cornisa" cuidándonos del
precipicio emocional. Nuestra duda es si más y más actividades no terminarán
generando más angustia y ansiedad en chicos y grandes, con discutibles
resultados educativos
La
compulsión a llenar el tiempo con actividades pide a gritos una evaluación
escolar. Ese momento está empezando a llegar a algunas familias y nos está
resultando nocivo básicamente- porque no sabemos qué se está evaluando: ¿El
impacto de actividades confeccionadas para afrontar la situación? ¿El desempeño
de alumnos que en este ciclo lectivo tuvieron tres semanas de clase? ¿La
capacidad de los adultos de la familia para apoyar a los chicos? ¿La
disponibilidad de pantallas y conectividad adecuada en cada hogar?
Tantas
dudas necesitan un enfoque diferente y previo a la acción: lo no previsible,
como este aislamiento, necesita al inicio improvisación y eso está muy bien.
Pero como en la música, la improvisación educativa también trae distorsiones,
desacoples y desafinaciones que se evitan pensando y anticipando
Nos
permitimos sugerir, con la mayor humildad que nos provoca este tiempo de
incertezas y en consulta con colegas, compañeros, padres y madres, cambiar el
verbo "continuar" por el verbo "priorizar". Proponemos
elegir cuidadosamente contenidos y disciplinas fundamentales para trabajarlos a
través del tiempo con mucha profundidad, focalizando en aquello que estimamos
indispensable y que a la vez tenemos certeza de que podremos transmitir
adecuadamente con las pocas o muchas herramientas con las que contamos docentes
y familias.
Una mirada menos urgente
El
criterio para construir las prioridades debe estar centrado en la situación de
nuestros alumnos/hijos y no en la organización escolar previa al aislamiento.
Por
ejemplo, no parece atinado que cada semana haya una propuesta educativa por
cada docente del plantel escolar o cada asignatura curricular. Eso no va en
desmedro de ningún área del conocimiento sino a en favor de graduar y
priorizar, tomando como criterio transversal las necesidades concretas de
alumnos concretos.
Centrarnos
en ellos significa que, tal vez, no sea necesario que todas las semanas haya
propuestas de todas las materias y de todos los docentes. Si construimos una
mirada menos urgente -y suponiendo que el aislamiento será por mucho tiempo
más-, podremos ir sopesando qué contenido, qué disciplina y qué medio elegir
para cada día y cada semana.
Y
especialmente cuánto es lo más conveniente para no empachar a nadie.
A su vez,
en los contenidos que sí vamos a destacar, las secuencias de la enseñanza no
pueden ser las mismas que antes del encierro porque sencillamente las
condiciones cambiaron. Probablemente todo deba ser más lento, más trabajado y
más ahondado. Menos pero más profundo, y muy a fondo., habiendo transitado el
proceso de priorizar.
Otra
cuestión central que no deberíamos descuidar es el factor emocional de
docentes, alumnos y familias. Uno de los valores más importantes de las
escuelas son las relaciones de amistad que se cultivan entre compañeros. Eso
hoy se ha resentido mucho o ha quedado relegado a la iniciativa de los adultos
en el caso de los chicos más chicos. Es imprescindible, incentivar lazos de
compañerismo.
También se han resentido los vínculos afectivos potentes que los docentes
construimos con los alumnos a partir del trabajo diario y eso
lo sufrimos, aunque no nos demos cuenta. Tal vez convenga invertir tiempo y
datos en esas plataformas gratuitas que permiten encontrarnos con todos los
alumnos cuarenta minutos una o dos veces por semana para vernos las caras y si
no es posible al menos escucharnos y contarnos cómo estamos, dando así más
sentido a las actividades que se están proponiendo
El peor
de los mensajes que podemos trasmitir a nuestros estudiantes, hijos y alumnos
es la cosmética de una normalidad que no existe.
Tratar de
transmitir en un cable de internet todo lo que hacíamos en el aula solo va a
traer más frustración.
Ser
docente en aislamiento es muy difícil. El aislamiento es lo imprevisible y la
docencia es lo que elegimos.
Nos tocó
estar justo aquí. Pero vamos a salir adelante como siempre lo hicimos.
Por: Mariano Narodowski y Marcelo Norese
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