Por las mañanas, lo primero, firmar el cuaderno de asistencia. De prisa. Había que llegar antes que los estudiantes no sólo porque ese era el compromiso y la responsabilidad de las y los docentes, sino porque los salones debían abrirse por cuestiones prácticas: Para apoyar a los y las estudiantes que llegaban temprano, quienes colocaban sus mochilas en sus lugares personalizados, sobre o a un lado de los mesabancos. Esa era parte de la rutina inicial al arribar a la escuela. Luego, esos estudiantes se salían al patio a platicar o a jugar con sus compañeros y compañeras, o a correr libremente por todos lados.
Cómo nos dan nostalgia esas rutinas que hoy no
podemos realizar, ni vivir, debido a la emergencia sanitaria. “Quédate en casa”
dice la autoridad sanitaria. No sabemos bien a bien lo que viene. Hay
incertidumbre con aderezo de angustia. Sin embargo, lo único cierto es que
“Aprende en la escuela II” estará al alcance de nuestros alumnos con sólo
apretar un botón.
II
Después de que sonaba la chicharra (algunas veces
les poníamos música), se escuchaban gritos por todos lados; el pequeño gran
mundo escolar corría para integrarse a la formación. ¿Qué escuela no ha vivido
eso todos los días? Son rutinas, como lo diría el profesor Philip W. Jackson,
que no se ven ni se perciben en otros espacios sociales: olores a lápices,
termos con agua de limón y tortas de huevo; los aromas singulares de los
sanitarios; los sonidos de los sacapuntas o de alguien que arranca una hoja del
cuaderno… cuando el grupo completo volteaba a ver quién había sido.
Escenas conocidas para todos, que se vivían los
días, mañanas o tardes, en la escuela, pero que se detuvieron a partir de marzo
pasado, cuando los relojes escolares detuvieron su marcha. Y nuestros planteles
se quedaron vacíos, sin sonidos ni olores propios. Sin el murmullo
característico de los recreos de media hora. Días sin poder ir a la tiendita
escolar por un vasito de pepinos. Han pasado cinco meses, casi seis, sin
clases, y las nostalgias se nos vienen encima como olas gigantes. Llueve. Es
verano medio; es temporada de huracanes.
III
Pero las nostalgias no duelen, sólo causan sonrisas
leves. Las y los niños, como las y los docentes nos preguntamos ¿Cuándo
terminará esta terrible pandemia? ¿Cuándo se podrá controlar a este virus, que
sólo ha traído tristeza? ¿Qué día regresaremos a clases en nuestros
espacios cotidianos? ¿Cuándo llegará el fin de esta epidemia de la
desmovilización, del confinamiento y de la angustia reprimida? Ojalá que un día
lleguen las vacunas. Estaríamos listos para hacer la formación, como cuando nos
ponían la vacuna contra el sarampión o la viruela; también listos para salir
corriendo y gritar a los cuatro vientos que ya dominamos al virus. Nostalgias
del futuro.
IV
Varios años antes de la crisis sanitaria, habíamos
planeado que nuestros estudiantes de sexto grado de Primaria vivieran una
inducción escolar previa a ingresar a la secundaria, con el esquema de materias
a estudiar por separado. Decidimos entonces que las asignaturas serían
impartidas por diferentes profesores o profesoras. Uno, español y
ciencias naturales; otra, Geografía e Historia. Yo elegí Matemáticas, que
había sido el campo donde me había preparado en el posgrado. Los profesores de
educación física y de apoyo en tareas (este último contratado con el apoyo
financiero de las familias), ya trabajaban desde antes por su cuenta. El
esquema funcionó bien. Las rutinas de cambio de docentes y de materias fueron
formativas. Nos dimos cuenta que la planeación colectiva de
las actividades docentes, tiene sus frutos. Más tarde supimos que nuestros
estudiantes se adaptaron con más facilidad a las rutinas escolares a las cuales
se integraron en la secundaria.
El acompañamiento personal por asignatura permite
identificar los avances de cada estudiante. Adicionalmente, aplicamos el modelo
de tutorías entre estudiantes. Recuerdo un ejercicio sensacional que consistía
en jugar el cuadro de 4 por 4 (es el famoso cuadrito de 15
números y un espacio vacío, que venden en los mercados municipales o de la
colonia), pero con una variante: lo hacíamos con papelitos recortados y números
pintados. La resolución debía hacerse sin levantar los papelitos. Regla de oro.
En un primer momento, el procedimiento y las rutinas de actuación se hacían
entre el docente y los alumnos; luego, los estudiantes de sexto grado se
convertían en los tutores de compañeros de quinto grado con la misma actividad.
V
Los recreos, las ceremonias cívicas, los
eventos sociales son inspiración de las nostalgias. La organización de tareas
en equipos. La planeación y realización del periódico mural. Las jornadas para
asear la escuela o para arreglar las jardineras. La preparación de coloridas
maquetas. Las campañas de higiene escolar a través de cartulinas. La
construcción de un teatro en el salón de usos múltiples o la
inauguración de las colecciones de piedras o rocas; de insectos de la región;
de hojas de árboles cercanos a la escuela. Recordamos los torneos de fút en el
patio y las retadoras entre los equipos mixtos de estudiantes de los últimos grados
de la escuela. O los partiditos de tres contra tres de básquet. Así son los
días escolares. Interminables. Pasajeros. Las repeticiones de actividades,
monótonas o creativas, disruptivas, son la esencia de la vida cotidiana en las
aulas. Que al final de todo son las rutinas de la vida.
Fuente:
https://profelandia.com/nostalgia-de-las-rutinas-escolares/
Por: Juan Carlos Miranda Arroyo

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