La emergencia sanitaria trae de la mano una emergencia educativa. Es importante mantenernos activos, esperanzados y resilientes. Pero es fundamental partir de la verdad, y no negarla ni endulzarla.
“En este momento, nos enfrentamos a una catástrofe
generacional que podría desperdiciar un potencial humano incalculable, minar
décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas. Las repercusiones
que ello tendrá, entre otras esferas, en la nutrición infantil, el matrimonio
infantil y la igualdad de género son profundamente preocupantes”. Sí, leyó
bien: “catástrofe generacional”. Y no lo dice un activista exagerado que quiere
criticar a la administración actual. Es una cita textual del reciente mensaje
del Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres (el mensaje se
puede ver aquí: https://www.un.org/es/coronavirus/articles/future-education-here).
La ineficacia y, sobre todo, la exclusión e
inequidad del sistema educativo nacional eran muy preocupantes de por sí. Con
los más recientes datos, a los 15 años cumplidos, ya nos faltó 34 por ciento de
la generación en su primer año de bachillerato. Y de ese 66 por ciento que sí
estaba en las aulas, sólo la mitad alcanzó el nivel mínimo aceptable en
matemáticas. Así, en la condición típica de nuestro sistema, a los 15 años se
hace patente una doble exclusión: estar fuera de la escuela, o dentro la
escuela pero fuera del aprendizaje, lleva a que sólo 33 de cada 100 jóvenes
lleven una trayectoria en tiempo y forma de acceso, y en nivel adecuado de
logro de aprendizaje. Dos tercios de la generación están en graves problemas.
Si se nos van 800 mil alumnos al año en un ciclo
típico, imaginemos el riesgo que tenemos ahora. Necesitamos aplicarnos a fondo,
los gobiernos y la sociedad entera, para que salvar la vida en el resguardo no
se traduzca en empobrecer la vida en el derecho a aprender. Y aquí hay un
agente clave: las maestras y los maestros. Habrá que decirlo de mil formas
posibles, en todos los tonos: son cruciales, son centrales, deben ser los
conductores y protagonistas de la propuesta educativa en el nuevo ciclo.
Pero ese protagonismo implica apoyo y no sólo
sacrificio: es muy loable las mil y una maneras en que han, las maestras y
maestros de nuestro país, mantenido el ánimo de sus alumnos, cómo les han
resuelto dudas en mensajería, dado clases con megáfonos en el quiosquito del
pueblo, recaudado para imprimir cuadernillos de ejercicios y repartirlos… ahora
es momento de impulsar algo ordenado y sistemático.
En los mensajes de la SEP se insiste en que la
oferta ahora ampliada en horarios y emisoras de los programas de televisión
educativa –muy loable y un paso adelante con respecto de lo que se produjo y
difundió en abril y mayo– no sustituye a los maestros, y que siguen teniendo el
rol principal. El punto del Consejo Técnico y de los próximos días es precisar
cómo: cómo en concreto las y los docentes van a ser los mediadores del
aprendizaje. La diversidad de canales de contenidos (la tele, el libro de
texto, la línea Educatel) debe servir para ampliar posibilidades, para
empoderar a los maestros para que hagan el balance adecuado y la
contextualización debida.
La diversidad de los alumnos de México es
vertiginosa: las niñas y los niños de nueve años que están regados en todo el
territorio nacional tienen mucho en común y mucho de diferentes; así, el
unitalla de un mismo programa de televisión de unas mismas páginas del libro de
texto, si es la única intervención educativa, dará homogeneidad de emisión y
dispersión de recepción. Los resultados de aprendizaje van a ser diferenciados;
la focalización, la compensación y el refuerzo para quienes más lo necesitan no
lo van a hacer ni la tele ni los libros, sino quienes traen el papel
protagónico, las y los educadores profesionales.
Así, en distintos momentos de la semana, mantener
el contacto será clave para despejar dudas, para organizar aun a la distancia
la coordinación con los otros alumnos de grupo e intentar trabajo en equipo, la
orientación a los padres, la verificación de si hay verdadero aprovechamiento.
Pero eso requiere, a su vez de dotarlos y empoderarlos, de darles las
herramientas y permitirles la flexibilidad. Necesitamos que no paguen de su
bolsa las copias, el plan de datos, que no los hostiguen si hacen asesorías
voluntarias en forma presencial, con todas las medidas de cuidado y sana
distancia.
Cito a Guterres de nuevo: “…necesitamos invertir en
la alfabetización y la infraestructura digitales, evolucionar hacia el
aprendizaje de cómo aprender, revitalizar el aprendizaje continuo y reforzar
los vínculos entre los sectores formal e informal de la educación. Debemos
también aprovechar los métodos de enseñanza flexibles, las tecnologías
digitales y la modernización de los planes de estudios, velando al mismo tiempo
porque el personal docente y las comunidades tengan un apoyo sostenido”.
El aprendizaje prende bien con materiales de
calidad, pero el chispazo se da en la relación entre maestros y alumnos. Como
siempre, pero más que nunca, hay que recordar que sólo la persona educa a la
persona.
Fuente: https://profelandia.com/protagonistas/
Por: David Calderón
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