El objetivo es ayudar a los menores en las distintas etapas educativas de Infantil, Primaria y, sobre todo, Secundaria a “reengancharse” al nuevo curso
Marina acaba de cumplir ocho años y en breve iniciará el
nuevo curso escolar. Este año cursa 3º de Primaria. Está nerviosa y, al mismo
tiempo, feliz, de reunirse de nuevo con sus compañeros. Este comienzo de curso
no será uno más. Posee algunos elementos diferenciadores con respecto al resto
de años: primero, comienza seis meses después de que el pasado 14 de marzo las
clases se cerraran tras declararse el Estado de Alarma en todo el territorio
español para afrontar la situación de emergencia
sanitaria originada por la covid-19; segundo, a causa del
coronavirus, el alumnado se mantuvo en sus casas finalizando el curso anterior
de manera digital, sin ninguna presencialidad en las aulas; tercero, la
apertura de las aulas se inicia en la “nueva normalidad”, manteniendo la
distancia de seguridad entre los estudiantes, el uso obligatorio de la
mascarilla y la higiene de manos continua con gel hidroalcohólico.
Una serie de pautas a las que se suma todo un protocolo de
recomendaciones a desarrollar a lo largo de la jornada escolar. Pero… y los
aprendizajes. ¿Dónde quedaron? ¿Se recuperarán los contenidos que el coronavirus despreció?
¿Cuáles serán las materias a las que habrá que dar mayor importancia?… Y los
alumnos y alumnas, ¿cómo se encuentran? ¿cómo les ha afectado física, social y
emocionalmente esta nueva situación? En definitiva, ¿qué perdieron durante
estos meses y cómo ayudarles en las distintas etapas educativas de Infantil,
Primaria y, sobre todo, Secundaria a “reengancharse” al nuevo curso?
Pedro Molino, tutor y creador de contenidos de la Universidad de Padres online,
considera que el confinamiento ha afectado tanto al aprendizaje como a las
relaciones interpersonales, a la vez que ha agravado las contradicciones de
cada familia o escuela: “Los niños desobedientes se han vuelto más retadores,
los hipersensibles más miedosos, los padres sobreprotectores lo han sido más
aún y los niños adictos a las pantallas les han dedicado más tiempo. Los
colegios sin unidad de estilo educativo han improvisado más y han pasado del
exceso de deberes a la impotencia con respecto a los alumnos no conectados
(brecha digital) generando una gravísima exclusión social”. Pero, señala este
tutor de la Universidad de Padres online, que “curiosamente, algunos alumnos,
con más capacidad de aprendizaje por sí mismos, han ganado autonomía y nivel en
su aprendizaje online”.
En cuanto a los alumnos de Educación Infantil, Pedro Molino
comenta que “ha afectado a los aprendizajes que requerían un nivel más preciso
de psicomotricidad corporal, a la lógica del cálculo y a la socialización (como
respetar turnos o compartir)”. Sin embargo, en aquellos que cursan Educación
Primaria, este tutor apunta que “ha habido un retroceso en la atención, en la
escritura y en conocimientos generales (salvo en niños lectores). También ha
disminuido la confianza en el otro y la capacidad de realizar tareas en
equipo”. Por eso, continúa Pedro Molino, “esta crisis debería servirnos para
replantearnos el modelo de escuela tradicional predominante (transmisiva y
pasiva) y renovarla con urgencia hacia una escuela más activa y participativa.
Repensarnos y vertebrar qué enseñar, cómo enseñar y qué relaciones se
establecen en el proceso enseñanza-aprendizaje, algo que requiere la formación
urgente y permanente de familias y docentes”. Para lograrlo, Pedro
Molino considera necesario “podar” el currículum y ofrecer esquemas de
conocimiento esenciales donde, “a modo de mapas conceptuales o perchas clave,
los niños puedan ir colocando en su mente todo lo que descubren en clase, en
los libros, en el entorno y en Internet”.
El creador de contenidos de la Universidad de Padres afirma que el modo
de “reenganchar” y motivar a los niños de Primaria es educarlos con emoción y
sentido de pertenencia: “el tema cero debería ser conectar con ellos antes de
trabajar cualquier otro contenido. Hay que dedicar el primer mes a hablar mucho con y entre ellos, a
escucharlos, a recoger sugerencias y propuestas para crear conexión de aula,
organizando pequeños equipos que, tanto en clase como fuera de ella (online),
se apoyen en un sistema de aprendizaje compartido”. Además, continúa este
tutor, “la realidad del virus puede tratarse desde muchos ángulos: educar a los
niños en los principios del pensamiento científico (observar, medir, comparar,
establecer hipótesis, comprobar); estimular la creatividad inventando cuentos
literarios e imaginativos para que se sientan héroes; fomentar los valores de
cooperación, creatividad y superación… La escuela es una microsociedad en
pequeño”.
En el caso de los estudiantes de ESO, Domingo Hernández García, director
y profesor de Biología y Geología del IES de Sahagún (Sahagún-León),
expone que las consecuencias del confinamiento no son tan importantes respecto
a la pérdida de contenidos y de estándares de aprendizaje, (“siempre se pueden
recuperar en el siguiente curso y, en muchos casos, los programas de las
distintas materias se repiten”), como a la pérdida de los otros aprendizajes, (“adquirir
hábitos de trabajo, interacción con el medio y aplicación práctica de lo
aprendido, el aprendizaje individual… Todo esto se ha perdido en estos meses y
las consecuencias las veremos durante el curso”). Por ello, Hernández García es
partidario de comenzar con la parte no trabajada durante el último trimestre.
“Esto va a suponer un esfuerzo importante del profesorado, dedicando parte del
primer trimestre a trabajar la parte de la materia no consolidada el curso
anterior, respetando en todo momento los ritmos diferentes de aprendizaje de
los alumnos”, señala el profesor de Biología.
Un planteamiento con el que coincide el director del Colegio Trilema El Pilar,
Miguel García Morell, quien apuesta por realizar un trimestre 0 “para afianzar
los contenidos menos trabajados durante el curso anterior. Durante este periodo
se trabajará #SiempreListos para prepararnos ante un posible confinamiento,
trabajando las competencias: digital, ejecutiva y la autonomía personal”. Una
acción necesaria, según manifiesta García Morell, sobre todo “en el caso de los
alumnos con escasa motivación para quienes el confinamiento, sumado a la
imposibilidad de seguimiento por parte de las familias, ha supuesto una
desconexión y descuelgue”. También, para aquellos alumnos con Necesidades
Educativas Especiales (NEE) que “no han podido seguir las clases de forma
adecuada junto a sus compañeros, teniendo que realizar sesiones individuales. O
aquellos alumnos sin competencia digital que no han podido hacer un
aprovechamiento óptimo de las asignaturas, y han sufrido una ralentización de
su aprendizaje”.
Para evitar este “descuelgue” de los estudiantes, sobre todo de
Secundaria, la gestión de las emociones debe ser el punto de partida, en
opinión del director y profesor de Biología y Geología del IES de Sahagún
(Sahagún- León). “La escuela pública tiene que ser el elemento que sirve para
igualar y garantizar las mismas oportunidades. Durante la pandemia nos hemos
dado cuenta que los alumnos de familias más desfavorecidas socialmente han
sufrido mucho a nivel emocional por no poder contar con los medios y con la
ayuda en casa que si han tenido otros alumnos; por eso es fundamental la
enseñanza presencial. Tenemos que sumar las situaciones vividas por los hijos
de los sanitarios y de las profesionales que han estado en primera línea de
batalla contra el virus, las familias que han perdido su trabajo o que han
perdido a un familiar. Todo esto necesita de un trabajo importante en los
primeros días del curso; hablar de lo ocurrido es prioritario”.
El director del colegio Trilema El Pilar también apuesta por “trabajar
la parte emocional de la realidad de la COVID-19: infoxicación, compromiso,
responsabilidad y metacognición a partir de su porfolio del confinamiento. A
partir de este, hacer un planteamiento de cómo afrontar un posible
confinamiento durante el curso 20/21, los objetivos y las expectativas para
este curso. No solo en el plano académico, sino también en la gestión de las
emociones”. Con un objetivo esencial, destaca García Morell, que es “mantener
un compromiso de colaboración y una comunicación constante, así como generar
vínculos estrechos entre familia y escuela”. Porque, explica Pedro Molino, “las
familias son fundamentales para poner los cimientos de la educación, pero no
puede recaer todo el esfuerzo en ellas. Necesitan formación, apoyo educativo y
ayudas para la conciliación… Los logros académicos son fruto de un estilo de
crianza educativa responsable. La motivación por aprender de los niños se
forja con un amor incondicional –estimulante, responsable y exigente– de
los padres. Formar a los padres para educar mejor a los hijos es prioritario,
porque necesitamos una sociedad más consciente, más colaboradora y más
creativa”.
Por: Ana Camarero
Fuente:
https://elpais.com/elpais/2020/09/13/mamas_papas/1599991563_216253.html
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