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domingo, 4 de febrero de 2018

LECTURA, UN HÁBITO EN EXTINCIÓN


 Una aclaración: este artículo fue escrito hace varios años, desde esa fecha el problema que se analiza no sólo no se ha resuelto, al contrario, vamos peor. Nuevamente lo publico prácticamente sin cambios, sólo para recordar que no vamos por el camino correcto.



Son preocupantes las cifras que manejan los organismos encargados de la educación a escala mundial pues muestran las malas condiciones en que se encuentra la educación en México. En un reciente estudio sobre conocimientos científicos elaborado con escolares de 59 países por la UNESCO (Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura de las Naciones Unidas), resultamos en el poco honroso lugar 55 (casi los últimos). En otro estudio, éste del Laboratorio de Evaluación de la Calidad de la Educación (IEA) realizado en 27 países, también quedamos en los últimos lugares, pero además con el agravante de que se resalta el “significativamente bajo nivel de comprensión e interpretación de la lectura”, o sea, la mayoría en nuestro país no entiende lo que lee, y para rematar, en un estudio realizado por la OCDE, que agrupa países muy desarrollados pero agregando otros francamente atrasados como Irán y Chipre, resultamos en último lugar, increíblemente detrás de Irán, que uno los supondría más atrasados por ser una teocracia fundamentalista.
Otro dato incómodo aparece cuando revisamos el hábito de lectura en México. Resulta que en un estudio de 108 países ocupamos el lugar 107 en cuanto a cantidad y calidad de lectura, las estadísticas más optimistas nos dan un consumo de dos libros por año por persona, cuando el mínimo deseable es de cuatro. Si nos comparamos con Argentina estamos mal, pues ellos leen un promedio de seis libros por año, y peor nos va comparándonos con Inglaterra y Francia, que tienen en promedio 20 libros por habitante.
¿Cómo andamos en librerías? Mal, muy mal, resulta que sólo un par de ciudades de España, Madrid y Barcelona, tienen más librerías que todo México, 572 contra apenas unas pocas más de 500 de México. Aquí ya sabemos que instalar una librería es prácticamente garantía de quiebra a corto plazo.
Más datos para reflexionar son los siguientes: en México, menos del 16 por ciento de la población tiene nivel de licenciatura terminada, y ese porcentaje de mexicanos es el que adquiere la mitad de todos los libros que se compran en México, pero además resulta que en la mitad de esos hogares de profesionistas sólo hay escasamente 30 libros o menos. Para empeorar las cosas, resulta que una cuarta parte de los profesionistas jamás han acudido a una biblioteca, seis de cada diez mexicanos nunca han visitado una biblioteca ni por curiosidad, seis de cada diez hogares de mexicanos no han comprado un solo libro en los últimos doce meses, y si los compran es más bien porque hacen juego con el color de su sala o la alfombra, no porque tengan intención de leerlo.
¿Qué hacer ante este panorama desolador? Evidentemente existe la necesidad de formar el hábito de lectura en la población, que los analfabetos no lean es un problema, pero lo más grave es que alguien tenga diez o 20 años de instrucción escolar sin haber adquirido el hábito de lectura, es terrible que quien termina una carrera universitaria no haya conocido sino los libros de texto. Recordemos la definición de lo que es un lector: “alguien que lee por voluntad propia, lee todos los días, comprende lo que lee, está habituado a dar un significado al texto y suele comprar libros”.
Evidentemente, por lo anterior, es más que urgente elevar el nivel de calidad de educación en México pues juzgando por los resultados, el sistema educativo actual es muy deficiente. Y aunque a algunos les resulta increíble, la verdad es que sí podemos empeorar, y mucho.

Autor: Alejandro Vázquez Cárdenas
Fuente del Artículo:
http://www.cambiodemichoacan.com.mx/columna-nc36556

domingo, 25 de marzo de 2012

Leer es lo más parecido a pasear

La lectura es un tema central en Educación, no puede pensarse en “Calidad Educativa” sin tenerla presente ¿Qué significa el hábito de leer para una sociedad? ¿Por qué no se lee? ¿Qué hacer? ¿A quién le corresponde el desafío? El siguiente artículo hace referencia a estas cuestiones.



  En el País y Zacatecas, se observa como uno de los muchos quiebres del fenómeno cultural, la negativa de los jóvenes, a toda posibilidad de leer, de pensar la vida, de formar su criterio y tomar una posición ética y política, ante los desafíos que presenta la vida moderna. Alejados como estamos, de una verdadera tradición de lectores, el nivel se agota en las primeras tentativas de acercamiento al texto y el desinterés es el mayor signo, en generaciones que no nacieron bajo el influjo de los libros.

Las distintas pruebas de comprensión lectora que se realizan en los distintos niveles educativos, arrojan cifras pasmosas de desconsuelo, que llevan al País, según las cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (O.C.D.E.) a formar parte de los 30 países con mayor rezago, pero no sólo en competencia lectora, sino también en habilidades científicas y matemáticas, lo que deviene dramáticamente en bajo rendimiento escolar.

Muchas son las interrogantes que se hacen en este nuevo Siglo, respecto a cómo despertar el interés de los jóvenes por la cultura y por supuesto, por la lectura. Se dice que a las nuevas generaciones les aburre leer tanto como pensar, ¿Cómo habrá que llegar a ellos, qué mecanismos nuevos se tendrán que implementar para involucrarlos con verdadera pasión en algo que debería convertirse en parte de su proyecto de vida?

Es bien sabido, que la abulia rige la vida contemporánea de muchos adolescentes, debido a la omnipresencia de la televisión y de la internet, con todo y la telaraña de sus redes sociales, emprendiendo así, una carrera a ciegas hacia el confort y el hedonismo, yendo acaso, a no aspirar otra cosa que no sea una tibia comodidad que rechaza el esfuerzo y la frustración.

Qué papel les ha tocado jugar a los padres de familia, en este trajín de aburrimiento por la lectura?... Con todo, mucha responsabilidad, porque es el hogar donde se cultiva el amor por los libros; son los primeros cuentos, los primeros actos de amor por la vida, por los ideales, por la amistad, por la misericordia, por el perdón, por la generosidad, por seguir el ejemplo de alguien y sentir el orgullo de la historia y la tradición que reboza nuestra cultura.

La realidad es otra, no ha sido así, cargamos en lo más profundo de nuestro ser, el peso de la humillación de una cultura vencida, que no nos deja ser, que en forma lamentable nos ciega para no ver y no percibir en lo íntimo, el enorme abanico de posibilidades que se abren ante nuestros ojos, donde por supuesto, en esta escala de la autoestima, la lectura, ocupa un escaño importante y estratégico, que pareciera lamentablemente, un asunto baladí para el sistema.

Se dice que mucho tienen que hacer los profesores, y en efecto, mucho pueden aportar en la medida que recuperen el aliento y el orgullo de su vocación de constructores, de modeladores de espíritu, de verdaderos incitadores para formar lectores, porque la vida se lee, porque la vida tiene muchos ángulos, muchas facetas, muchos caminos que recorrer, y al leer, se pueden vivir muchas vidas que nos colman de conocimiento y sabiduría.

Bueno sería, emprender una campaña para formar lectores, en todos los niveles, que en Zacatecas, se rebasara el formato institucional, para hacer un asunto de todos, la necesidad de leer; que padres de familia, educadores, sacerdotes, legisladores, ciudadanos comunes, medios de comunicación, sociedad y gobierno, la impulsaran en forma permanente, sería maravilloso, porque se vincularían consecuentemente, la ética y la literatura.

Enrique Villada, extraordinario promotor cultural de Toluca, Estado de México, comprometido maestro en esta ardua tarea de formar lectores, afirma que se puede provocar en quien lee, la fascinación por su vida en el presente, por la reflexión y la libertad; que es la lectura, un activador de la conciencia y la razón, para que no nos tomen el pelo y no nos sigan sorprendiendo en el subdesarrollo. Sin libros nos perderíamos, seríamos otros -como muchas veces llegamos a confundirnos en esta sociedad de consumo y asco-.

Deberíamos resolver juntos esta grave situación, hacerlo implicará que cada quien asuma su responsabilidad, sin protagonismos, sin reclamos, intentando ponerse en los zapatos del otro, dado que es fundamental la tolerancia, para llegar a nuestros jóvenes, lo más preciado que tenemos, porque siendo oposicionistas, rebeldes, apáticos, también existe la oportunidad de estructurarlos y ayudarlos a que descubran el placer de los sentidos y el lugar de la inteligencia que les permita construir su destino.

Benedetti escribió que gracias a la lectura, los jóvenes pueden recuperar el habla y la utopía; no permitirá que les maten el amor y los convertirá en jóvenes sin prisa y con memoria, para situarlos en una historia que es la suya. Habrá que enfrentarla adecuadamente, conviene que así sea.

Autora
Alma Rita Díaz 
Leer, lo más parecido a pasear
El Sol de Zacatecas

miércoles, 22 de febrero de 2012

El papel de la lectura

El los siguientes párrafos, publico una parte de la entrevista al Filósofo español Emilio Lledó, allí se expresa sobre el valor de la lectura, relacionándola con la reflexión, lo medios audiovisuales, el mundo tecnológico y los docentes.



¿Cuál cree que es el principal desafío de la educación en una sociedad en la que los niños y adolescentes pueden acceder a múltiples contenidos informativos, a través de pantallas, pero en los que suele faltar el texto coherente y extenso?
Soy un defensor y admirador de la lectura. Pero reconozco que estamos en un mundo que parece nuevo porque hemos variado lo que circula por nuestro cerebro, aunque en lo básico nos movamos dentro de unos parámetros universales y perennes. En el mundo que nos ha tocado vivir estamos asfixiados por eso que denominamos la sociedad tecnológica, que implica una inmediatez y rapidez de información.
Imagínese cómo tuvo que ser la Edad Media en este sentido, en la que apenas existían focos de información e intercambio de noticias. Pero en el fondo somos iguales desde el punto de vista de la naturaleza. Hay que reflexionar acerca del mundo tecnológico en el que se hallan sumidos los niños y los jóvenes e intentar buscar unas soluciones porque ello puede conducir a una deformación, e incluso a una degeneración mental. Los fogonazos de información que acaban asfixiándonos, no dejan nada en el cerebro, o dejan lesiones muy sutiles. La alternativa a esta situación es difícil.

¿Qué ha aprendido de su experiencia lectora?
En mi larga vida la lectura ha sido una actividad fundamental. Frente a esos fogonazos de informaciones que recibimos diariamente de los medios de comunicación, la lectura permite estirar en el tiempo la reflexión, provocando el futuro de la información que recibimos de los libros. Cuando se lee no sólo se está dialogando sino que se está proyectando futuro, se está pensando en una posible respuesta a la pregunta que el lector se hace a sí mismo de esa información que ha leído. Mientras lee un libro, el lector enriquece su presensibilidad y está abriéndose al tiempo. Somos seres temporales, no sólo fruta del tiempo. Pero nuestro tiempo es madurez, desarrollo, futuro, continuidad y diálogo.

Además la lectura supone un diálogo del lector con el libro.
La filosofía surgió a partir del diálogo, sobre todo el gran bloque de filosófico que nace precisamente con los Diálogos de Platón. El diálogo es la proyección de una pregunta en el tiempo de quien recibe el mensaje y que responde. Somos lenguaje y sensibilidad, pero somos en el tiempo. Las imágenes que vemos en la televisión, en muchos casos tan destructoras, inducen al olvido porque cuajan el tiempo e inciden en el cerebro, sin que ni siquiera nos dejen reflexionar sobre ellas ya que inmediatamente son reemplazadas por otras que tampoco tendremos tiempo de asimilar. Los instantes han de ser coherentes, tiene que haber sinapsis. El pensador norteamericano Neil Postmann, muy crítico con la influencia de la cultura audiovisual, escribió dos libros cuyos títulos ya decían mucho: La infancia perdida por la omnipresencia de los medios audiovisuales y Divertirse hasta morir. Hay que recuperar la infancia.

¿Cuál es el papel de los profesores para educar en la lectura?
Si los profesores son lectores bien formados tienen que darse cuenta de la trascendencia de la lectura. Yo he sido profesor de Secundaria y también he enseñado gramática alemana a los emigrantes españoles de los años sesenta, así que puedo garantizar que los autores clásicos son una fuente inagotable de diversión, de entretenimiento, de reflexión y sabiduría. Hay que iniciar a los jóvenes en la lectura. Abrir y saber comunicar es un don, un prodigio. Por eso he sido feliz enseñando.


Autor
Jaime Fernández
Revista de los trabajadores de la enseñanza CCOO
Emilio Lledó (Sevilla, 1927) es filósofo y académico de la RAE. Tras licenciarse en filosofía, se marchó a Alemania en 1952, país en el que residió catorce años. Allí fue profesor en la Universidad de Heidelberg, teniendo como maestros a Hans-Georg Gadamer y Karl Löwith. Tras ejercer de catedrático de Filosofía en Secundaria, obtuvo la cátedra universitaria que empezó desempeñando en la Universidad de La Laguna, luego en Barcelona y en la UNED. Es autor de numerosos libros, entre los que destacan Filosofía y lenguaje (1970), El epicureísmo (1984), Silencio de la escritura (1991), por el que obtuvo el Premio Nacional de Ensayo, El surco del tiempo: Meditaciones sobre el mito platónico de la escritura y la memoria (1992), Ser quien eres. Ensayos para una educación democrática (2000) y Elogio de la infelicidad (2005).

miércoles, 2 de febrero de 2011

Internet está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma

Un mundo distraído

La tercera parte de la población mundial ya es 'internauta'. La revolución digital crece veloz. Uno de sus grandes pensadores, Nicholas Carr, da claves de su existencia en el libro 'Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?' El experto advierte de que se "está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma".


El correo electrónico parpadea con un mensaje inquietante: "Twitter te echa de menos. ¿No tienes curiosidad por saber las muchas cosas que te estás perdiendo? ¡Vuelve!". Ocurre cuando uno deja de entrar asiduamente en la red social: es una anomalía, no cumplir con la norma no escrita de ser un voraz consumidor de twitters hace saltar las alarmas de la empresa, que en su intento por parecer más y más humana, como la mayoría de las herramientas que pueblan nuestra vida digital, nos habla con una cercanía y una calidez que solo puede o enamorarte o indignarte. Nicholas Carr se ríe al escuchar la preocupación de la periodista ante la llegada de este mensaje a su buzón de correo. "Yo no he parado de recibirlos desde el día que suspendí mis cuentas en Facebook y Twitter. No me salí de estas redes sociales porque no me interesen. Al contrario, creo que son muy prácticas, incluso fascinantes, pero precisamente porque su esencia son los micromensajes lanzados sin pausa, su capacidad de distracción es enorme". Y esa distracción constante a la que nos somete nuestra existencia digital, y que según Carr es inherente a las nuevas tecnologías, es sobre la que este autor que fue director del Harvard Business Review y que escribe sobre tecnología desde hace casi dos décadas nos alerta en su tercer libro, Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus).


"Aún no somos conscientes de todos los cambios que van a ocurrir cuando realmente el libro electrónico sustituya al libro"


Cuando Carr (1959) se percató, hace unos años, de que su capacidad de concentración había disminuido, de que leer artículos largos y libros se había convertido en una ardua tarea precisamente para alguien licenciado en Literatura que se había dejado mecer toda su vida por ella, comenzó a preguntarse si la causa no sería precisamente su entrega diaria a las multitareas digitales: pasar muchas horas frente a la computadora, saltando sin cesar de uno a otro programa, de una página de Internet a otra, mientras hablamos por Skype, contestamos a un correo electrónico y ponemos un link en Facebook. Su búsqueda de respuestas le llevó a escribir Superficiales... (antes publicó los polémicos El gran interruptor. El mundo en red, de Edison a Google y Las tecnologías de la información. ¿Son realmente una ventaja competitiva?), "una oda al tipo de pensamiento que encarna el libro y una llamada de atención respecto a lo que está en juego: el pensamiento lineal, profundo, que incita al pensamiento creativo y que no necesariamente tiene un fin utilitario. La multitarea, instigada por el uso de Internet, nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión y contemplación, nos convierte en seres más eficientes procesando información pero menos capaces para profundizar en esa información y al hacerlo no solo nos deshumanizan un poco sino que nos uniformizan". Apoyándose en múltiples estudios científicos que avalan su teoría y remontándose a la célebre frase de Marshall McLuhan "el medio es el mensaje", Carr ahonda en cómo las tecnologías han ido transformando las formas de pensamiento de la sociedad: la creación de la cartografía, del reloj y la más definitiva, la imprenta. Ahora, más de quinientos años después, le ha llegado el turno al efecto Internet.


Pero no hay que equivocarse: Carr no defiende el conservadurismo cultural. Él mismo es un usuario compulsivo de la web y prueba de ello es que no puede evitar despertar a su ordenador durante una breve pausa en la entrevista. Descubierto in fraganti por la periodista, esboza una tímida sonrisa, "¡lo confieso, me has cazado!". Su oficina está en su residencia, una casa sobre las Montañas Rocosas, en las afueras de Boulder (Colorado), rodeada de pinares y silencio, con ciervos que atraviesan las sinuosas carreteras y la portentosa naturaleza estadounidense como principal acompañante.


PREGUNTA. Su libro ha levantado críticas entre periodistas como Nick Bilton, responsable del blog de tecnología Bits de The New York Times, quien defiende que es mucho más natural para el ser humano diversificar la atención que concentrarla en una sola cosa.



RESPUESTA. Más primitivo o más natural no significa mejor. Leer libros probablemente sea menos natural, pero ¿por qué va a ser peor? Hemos tenido que entrenarnos para conseguirlo, pero a cambio alcanzamos una valiosa capacidad de utilización de nuestra mente que no existía cuando teníamos que estar constantemente alerta ante el exterior muchos siglos atrás. Quizás no debamos volver a ese estado primitivo si eso nos hace perder formas de pensamiento más profundo.


P. Internet invita a moverse constantemente entre contenidos, pero precisamente por eso ofrece una cantidad de información inmensa. Hace apenas dos décadas hubiera sido impensable.


R. Es cierto y eso es muy valioso, pero Internet nos incita a buscar lo breve y lo rápido y nos aleja de la posibilidad de concentrarnos en una sola cosa. Lo que yo defiendo en mi libro es que las diferentes formas de tecnología incentivan diferentes formas de pensamiento y por diferentes razones Internet alienta la multitarea y fomenta muy poco la concentración. Cuando abres un libro te aíslas de todo porque no hay nada más que sus páginas. Cuando enciendes el ordenador te llegan mensajes por todas partes, es una máquina de interrupciones constantes.


P. ¿Pero, en última instancia, cómo utilizamos la web no es una elección personal?

R. Lo es y no lo es. Tú puedes elegir tus tiempos y formas de uso, pero la tecnología te incita a comportarte de una determinada manera. Si en tu trabajo tus colegas te envían treinta e-mails al día y tú decides no mirar el correo, tu carrera sufrirá. La tecnología, como ocurrió con el reloj o la cartografía, no es neutral, cambia las normas sociales e influye en nuestras elecciones.


P. En su libro habla de lo que perdemos y aunque mencione lo que ganamos apenas toca el tema de las redes sociales y cómo gracias a ellas tenemos una herramienta valiosísima para compartir información.



R. Es verdad, la capacidad de compartir se ha multiplicado aunque antes también lo hacíamos. Lo que ocurre con Internet es que la escala, a todos los niveles, se dispara. Y sin duda hay cosas muy positivas. La Red nos permite mostrar nuestras creaciones, compartir nuestros pensamientos, estar en contacto con los amigos y hasta nos ofrece oportunidades laborales. No hay que olvidar que la única razón por la que Internet y las nuevas tecnologías están teniendo tanto efecto en nuestra forma de pensar es porque son útiles, entretenidas y divertidas. Si no lo fueran no nos sentiríamos tan atraídos por ellas y no tendrían efecto sobre nuestra forma de pensar. En el fondo, nadie nos obliga a utilizarlas.

P. Sin embargo, a través de su libro usted parece sugerir que las nuevas tecnologías merman nuestra libertad como individuos...



R. La esencia de la libertad es poder escoger a qué quieres dedicarle tu atención. La tecnología está determinando esas elecciones y por lo tanto está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma. Google es una base de datos inmensa en la que voluntariamente introducimos información sobre nosotros y a cambio recibimos información cada vez más personalizada y adaptada a nuestros gustos y necesidades. Eso tiene ventajas para el consumidor. Pero todos los pasos que damos online se convierten en información para empresas y Gobiernos. Y la gran pregunta a la que tendremos que contestar en la próxima década es qué valor le damos a la privacidad y cuánta estamos dispuestos a ceder a cambio de comodidad y beneficios comerciales. Mi sensación es que a la gente le importa poco su privacidad, al menos esa parece ser la tendencia, y si continúa siendo así la gente asumirá y aceptará que siempre están siendo observados y dejándose empujar más y más aún hacia la sociedad de consumo en detrimento de beneficios menos mensurables que van unidos a la privacidad.


P. Entonces... ¿nos dirigimos hacia una sociedad tipo Gran Hermano?

R. Creo que nos encaminamos hacia una sociedad más parecida a lo que anticipó Huxley en Un mundo feliz que a lo que describió Orwell en 1984. Renunciaremos a nuestra privacidad y por tanto reduciremos nuestra libertad voluntaria y alegremente, con el fin de disfrutar plenamente de los placeres de la sociedad de consumo. No obstante, creo que la tensión entre la libertad que nos ofrece Internet y su utilización como herramienta de control nunca se va a resolver. Podemos hablar con libertad total, organizarnos, trabajar de forma colectiva, incluso crear grupos como Anonymous pero, al mismo tiempo, Gobiernos y corporaciones ganan más control sobre nosotros al seguir todos nuestros pasos online y al intentar influir en nuestras decisiones.



P. Wikipedia es un buen ejemplo de colaboración a gran escala impensable antes de Internet. Acaba de cumplir diez años...

R. Wikipedia encierra una contradicción muy clara que reproduce esa tensión inherente a Internet. Comenzó siendo una web completamente abierta pero con el tiempo, para ganar calidad, ha tenido que cerrarse un poco, se han creado jerarquías y formas de control. De ahí que una de sus lecciones sea que la libertad total no funciona demasiado bien. Aparte, no hay duda de su utilidad y creo que ha ganado en calidad y fiabilidad en los últimos años.


P. ¿Y qué opina de proyectos como Google Books? En su libro no parece muy optimista al respecto...



. Las ventajas de disponer de todos los libros online son innegables. Pero mi preocupación es cómo la tecnología nos incita a leer esos libros. Es diferente el acceso que la forma de uso. Google piensa en función de snippets, pequeños fragmentos de información. No le interesa que permanezcamos horas en la misma página porque pierde toda esa información que le damos sobre nosotros cuando navegamos. Cuando vas a Google Books aparecen iconos y links sobre los que pinchar, el libro deja de serlo para convertirse en otra web. Creo que es ingenuo pensar que los libros no van a cambiar en sus versiones digitales. Ya lo estamos viendo con la aparición de vídeos y otros tipos de media en las propias páginas de Google Books. Y eso ejercerá presión también sobre los escritores. Ya les ocurre a los periodistas con los titulares de las informaciones, sus noticias tienen que ser buscables, atractivas. Internet ha influido en su forma de titular y también podría cambiar la forma de escribir de los escritores. Yo creo que aún no somos conscientes de todos los cambios que van a ocurrir cuando realmente el libro electrónico sustituya al libro.


P. ¿Cuánto falta para eso?

R. Creo que tardará entre cinco y diez años.


P. Pero aparatos como el Kindle permiten leer muy a gusto y sin distracciones...



R. Es cierto, pero sabemos que en el mundo de las nuevas tecnologías los fabricantes compiten entre ellos y siempre aspiran a ofrecer más que el otro, así que no creo que tarden mucho en hacerlos más y más sofisticados, y por tanto con mayores distracciones.


P. El economista Max Otte afirma que pese a la cantidad de información disponible, estamos más desinformados que nunca y eso está contribuyendo a acercarnos a una forma de neofeudalismo que está destruyendo las clases medias. ¿Está de acuerdo?

R. Hasta cierto punto, sí. Cuando observas cómo el mundo del software ha afectado a la creación de empleo y a la distribución de la riqueza, sin duda las clases medias están sufriendo y la concentración de la riqueza en pocas manos se está acentuando. Es un tema que toqué en mi libro El gran interruptor. El crecimiento que experimentó la clase media tras la II Guerra Mundial se está revirtiendo claramente.


P. Internet también ha creado un nuevo fenómeno, el de las microcelebridades. Todos podemos hacer publicidad de nosotros mismos y hay quien lo persigue con ahínco. ¿Qué le parece esa nueva obsesión por el yo instigado por las nuevas tecnologías?



R. Siempre nos hemos preocupado de la mirada del otro, pero cuando te conviertes en una creación mediática -porque lo que construimos a través de nuestra persona pública es un personaje-, cada vez pensamos más como actores que interpretan un papel frente a una audiencia y encapsulamos emociones en pequeños mensajes. ¿Estamos perdiendo por ello riqueza emocional e intelectual? No lo sé. Me da miedo que poco a poco nos vayamos haciendo más y más uniformes y perdamos rasgos distintivos de nuestras personalidades.

P. ¿Hay alguna receta para salvarnos'?



R. Mi interés como escritor es describir un fenómeno complejo, no hacer libros de autoayuda. En mi opinión, nos estamos dirigiendo hacia un ideal muy utilitario, donde lo importante es lo eficiente que uno es procesando información y donde deja de apreciarse el pensamiento contemplativo, abierto, que no necesariamente tiene un fin práctico y que, sin embargo, estimula la creatividad. La ciencia habla claro en ese sentido: la habilidad de concentrarse en una sola cosa es clave en la memoria a largo plazo, en el pensamiento crítico y conceptual, y en muchas formas de creatividad. Incluso las emociones y la empatía precisan de tiempo para ser procesadas. Si no invertimos ese tiempo, nos deshumanizamos cada vez más. Yo simplemente me limito a alertar sobre la dirección que estamos tomando y sobre lo que estamos sacrificando al sumergirnos en el mundo digital. Un primer paso para escapar es ser conscientes de ello. Como individuos, quizás aún estemos a tiempo, pero como sociedad creo que no hay marcha atrás.


Autora

BÁRBARA CELIS

Fuente

http://www.elpais.com/

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