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sábado, 20 de julio de 2019

NEOLIBERALISMO, EDUCADOR POPULAR


Rafael Mendoza Castillo Lunes 15 de Julio de 2019 A- A A+ Inicio estas reflexiones con algunas ideas sobre la educación popular: la educación popular ama la vida, respeta la dignidad y libertad del ser humano, nace de la riqueza cultural e histórica del pueblo, politiza el acto educativo y lo trasciende en praxis para la libertad, es acto de conocimiento y acción político-cultural, es autocrítica, es contrasistémica, privilegia el aprendizaje sobre la enseñanza, etcétera, etcétera. Interpretar lo educativo desde estos horizontes de razón modifica nuestra relación de conocimiento respecto del mundo educativo y social-histórico. Recordemos el pensamiento de Giovanni Sartori, “que las imágenes transmitidas por los medios se convierten en un video-poder, que al final del día convierten al sujeto en un espectador, en consumidor de lo mismo y eso sí, dependiente del televisor”.

Como acertadamente dijo el clásico el “medio es el mensaje”. No cabe la menor duda, que las la imágenes de la televisión anulan el pensamiento crítico y disruptivo. Por eso el acto educativo, aunque para algunos es amoroso y cariñoso, no está alejado de la relación de poder. Todo acto educativo se piensa desde lugares conceptuales y categoriales. De ahí la importancia de que nuestro proyecto educativo retome el concepto de bloqueo histórico, propuesto por Agnes Heller. Sin este concepto no podemos entender, el por qué la gente aspira a lo mismo. Pero, sobre todo, cumplir con el deseo del poder de dominación que consiste en que la gente no piense distinto y que se adapte a lo dado, lo constituido. De ahí la necesidad de vincular la educación y la cultura, ya que el poder y hegemonía tiránica pretende persuadir y convencer a las personas, no importa la verdad. Tal hegemonía quiere que las gentes se conviertan en súbditos y no ciudadanos, que visualicen cosas distintas o diferentes a las existentes. Los del poder se enojan cuando la gente ve la novedad y lo emergente. La tarea hoy, es continuar resistiendo para que la nueva reforma educativa de la Cuarta Transformación y las leyes secundarias por venir, no sean más de lo mismo.
No olvidemos que modelo neoliberal propuso, vía la mal llamada reforma educativa, que heredamos del prianismo, un individuo que aceptara vivir en la pobreza, el desempleo, la marginalidad, que el mismo modelo se encargaría de producir. Que las personas quedaran fuera del conflicto de clases y que lo aceptaran. Como dice Hugo Zemelman: “la integración económica genera cultura, pautas de comportamiento y expectativas; y este es el punto central, porque si no se orienta el modelo a provocar en la gente la necesidad del modelo, obviamente éste no durará “. La tarea hoy, es continuar resistiendo para que la nueva reforma educativa de la Cuarta Transformación y las leyes secundarias por venir, no sean más de lo mismo (qué filosofía, qué humanismo, qué proyecto de nación). Por eso, la CNTE en Michoacán tiene razón, en no dejar morir el espacio del Educador Popular (estatal y regional). Desde este lugar se lucha, teórica y políticamente, por otra forma de re-socialización, más humana, rebelde, crítica y sin bloqueos históricos neoliberales (egoísmo, competencia, excelencia, calidad, robo del excedente y otros).
El proyecto del Educador Popular debe incorporar, como necesidad de realidad, de conciencia, de conocimiento, el concepto de utopía. Entendida ésta como condición de posibilidad de distanciarnos de esta existencia, de sus prácticas discursivas y de su conciencia sumisa, es decir, comprender y reconocer el mundo en forma alternativa. Morena debe precisar su propuesta antineoliberal.
Clarificar las piezas del nuevo modelo morenista es una necesidad histórica y política. La utopía es insuficiente, de ahí la necesidad de colocamos en la revisión crítica y autocrítica del mundo real de la historia. No pensar sólo en mundos trascendentes, sino pensar el mundo en lo micro y desde este lugar construir los futuros, las opciones. Que la capacidad de construir se vuelva a anidar en la conciencia de las gentes. Entender que nosotros hacemos la historia y también ésta nos hace, pero en pleito, en lucha contra la esclavitud, el lucro y el excedente. Hoy, estos significantes amos orientan a la humanidad. Los tecnócratas neoliberales intentaron que los actores de la educación eliminaran de su cabeza la necesidad de realidad y que se conformaran con el pedazo de realidad que les ofrecía su modelo de sociedad. Además, que bloquearan sus disposiciones para pelear por otras alternativas de realidad. Pensemos siempre que la realidad, el conocimiento y la misma verdad, son producciones sociales. De esa forma vemos, cómo los medios de comunicación producen realidades, ocultan realidades, las reprimen. Espero que Morena continúe con su nueva política sobre los medios de comunicación, ya que la que heredamos del prianismo sirvió al poder de dominación y a grupos de periodistas. El proyecto educativo del Educador Popular debe contemplar la necesidad de realidad, pero distinta a la actual. De ahí la centralidad de la teoría critica, de las ideas, en el sentido de que el mundo del hombre se construye. Y que esa construcción se instala en la contradicción dialéctica entre lo real, la conciencia y la praxis constituyente. Este postulado tríadico sustenta el proyecto de educación, de cultura, ciencia, tecnología, sociedad y arte. Lo anterior permite asumir el compromiso de nombrar las cosas. Esta idea regulativa permite construir subjetividades sociales disruptivas, en lo individual y lo colectivo. Tamaña tarea del Educador Popular. Otro mundo es posible y necesario.


Fuente; http://www.cambiodemichoacan.com.mx/columna-nc54671

martes, 26 de enero de 2010

Miseria en la cultura decepción y depresión

El primer acto del educador es leer -él primero- la realidad.....

Un deficiente o parcial diagnóstico nos conducirá nuevamente a entramparnos en recetas que vengan desde arriba.


Nuestra educación en America Latina: "¿Hacia dónde vamos? Nadie lo sabe. Solamente sabemos que tenemos que cambiar si queremos continuar" nos dice Leonardo Boff.


Por una educación popular liberadora multidimensional e integral en todos los espacios humanos, sin ser cosificada, enlatada, burocratizada, encuadernada. ¿A quiénes convocar? ¿a los mismos que siempre se han equivocado? ... ¿Qué hay que romper o modificar, o qué nudos a desatar? ... Por ejemplo, los fines, los contenidos, las normas, la estructura física del aula misma, el perfil y el rostro pedagógico del profesor, los "textos", algunas o muchas autoridades y burócratas, ¿expertos?, etc...


Excelente artículo de Leonardo Boff que nos ayuda a pisar tierra.

Jose Rouillon.


Miseria en la cultura: decepción y depresión



Leonardo Boff

Theologian 2010-01-15
En 1930 Sigmund Freud escribió su famoso libro El malestar en la cultura y ya en la primera línea denunciaba: «en lugar de los valores de la vida, se prefiere el poder, el éxito y la riqueza, buscados por sí mismos». Hoy día estos factores han alcanzado tal magnitud que el malestar se transformado en miseria en la cultura. La COP-15 en Copenhague nos dio la demostración más cabal: para salvar el sistema del lucro y de los intereses económicos nacionales no se ha temido poner en peligro el futuro de la vida y del equilibrio del planeta sometido ya a un calentamiento que, si no es encarado rápidamente, podrá exterminar a millones de personas y liquidar gran parte de la biodiversidad.
 
La miseria en la cultura, o mejor, de la cultura, se revela por medio de dos síntomas verificables en todo el mundo: la decepción generalizada en la sociedad y una profunda depresión en las personas. Ambas tienen su razón de ser. Son consecuencia de la crisis de fe por la que está pasando el sistema mundial.

¿De qué fe se trata? Es la fe en el progreso ilimitado, en la omnipotencia de la tecnociencia, en el sistema económico-financiero, con su mercado, que actuarían como ejes estructuradores de la sociedad. La fe en estos dioses poseía sus credos, sus sumos sacerdotes, sus profetas, un ejército de acólitos y una masa inimaginable de fieles.

Hoy día esos fieles han entrado en una profunda decepción porque tales dioses se han revelado falsos. Ahora están agonizando o simplemente han muerto, y los G-20 tratan en vano de resucitar sus cadáveres. Los que profesan esta religión fetiche constatan ahora que el progreso ilimitado ha devastado peligrosamente la naturaleza y es la principal causa del calentamiento planetario.

La tecnociencia que, por un lado, ha traído tantos beneficios, creó una máquina de muerte que sólo en el siglo XX mató a 200 millones de personas y es hoy capaz de exterminar a toda la especie humana; el sistema-económico-financiero y el mercado quebraron, y si no hubiera sido por el dinero de los contribuyentes, a través del Estado, habrían provocado una catástrofe social. La decepción está estampada en los rostros perplejos de los líderes políticos, que no saben ya en quién creer y qué nuevos dioses entronizar. Existe una especie de nihilismo dulce.

Ya Max Weber y Friedrich Nietszche habían previsto tales efectos al anunciar la secularización y la muerte de Dios. No que Dios haya muerto, pues un Dios que muere no es «Dios». Nietszche es claro: Dios no murió, nosotros lo matamos. Es decir, para la sociedad secularizada Dios no cuenta ya para la vida ni para la cohesión social. En su lugar entró el panteón de dioses que hemos mencionado antes. Como son ídolos, un día van a mostrar lo que producen: decepción y muerte.
 
La solución no estriba simplemente en volver a Dios o a la religión, sino en rescatar lo que significan: la conexión con el todo, la percepción de que la vida y no el lucro debe ocupar el centro, y la afirmación de valores compartidos que pueden proporcionar cohesión a la sociedad.

La decepción viene acompañada por la depresión. Ésta es un fruto tardío de la revolución de los jóvenes de los años 60 del siglo XX. Allí se trataba de impugnar una sociedad de represión, especialmente sexual, y llena de máscaras sociales. Se imponía una liberalización generalizada. Se experimentó de todo. El lema era «vivir sin tiempos muertos; gozar la vida sin trabas». Eso llevó a la supresión de cualquier intervalo entre el deseo y su realización. Todo tenía que ser inmediato y rápido.



De ahí resultó la quiebra de todos los tabúes, la pérdida de la justa medida y la completa permisividad. Surgió una nueva opresión: tener que ser moderno, rebelde, sexy y tener que desnudarse por dentro y por fuera. El mayor castigo es el envejecimiento. Se concibió la salud total, y se crearon modelos de belleza, basados en la delgadez hasta la anorexia. Se abolió la muerte, convertida en un espanto.


Tal proyecto posmoderno también fracasó, pues con la vida no se puede hacer cualquier cosa.


Posee una sacralidad intrínseca, y límites. Si se rompen, se instaura la depresión. Decepción y frustración son recetas para la violencia sin objeto, para el consumo elevado de ansiolíticos y hasta para el suicidio, como ocurre en muchos países.



¿Hacia dónde vamos? Nadie lo sabe. Solamente sabemos que tenemos que cambiar si queremos continuar. Pero ya se notan por todas partes brotes que representan los valores perennes de la condición humana: casamiento con amor, el sexo con afecto, el cuidado de la naturaleza, el gana-gana en vez del gana-pierde, la búsqueda del «bien vivir», base para la felicidad, que es hoy fruto de la sencillez voluntaria y de querer tener menos para ser más.

Esto es esperanzador. En esta dirección hay que progresar.


 



 

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