Muchos de los cambios que necesitan nuestros sistemas educativos no implican el uso de grandes tecnologías
Semanas atrás, una docente me comentó
que no podía realizar ninguna innovación en su aula porque no contaba con
tecnología. Esto me dejó pensando en cómo muchos discursos sobre educación
parecen estar equiparando tecnología e innovación educativa, y planteando la
tecnología como la panacea para los grandes cambios educativos que demandan las
sociedades actuales.
Sin embargo, ni el uso de la tecnología supone necesariamente una
innovación ni toda innovación en educación requiere de ella. Tampoco el uso de
la tecnología por sí mismo se traduce en mejora de los aprendizajes. Ejemplo de
ello es cuando un dispositivo móvil se utiliza del mismo modo que
tradicionalmente se ha utilizado el pizarrón y la tiza. No nos podemos olvidar
de que somos los seres humanos quienes interactuamos con la tecnología, y a
través de ella, quienes decidimos su uso y utilidad.
Me atrevo a afirmar que muchos de los
cambios que necesitan nuestros sistemas educativos no implican el uso de
grandes tecnologías sino, más bien, transformaciones sustanciales en las formas
de gestión y en las dinámicas de relaciones sobre las que se fundamentan los procesos
de enseñanza-aprendizaje. Entonces, ¿qué entendemos por innovación en
educación? ¿para qué sirve la innovación educativa?
Innovación es un proceso permanente,
original e intencional de búsqueda de mejora de la calidad educativa y de los
aprendizajes de los y las estudiantes. Innovar en educación implica tener
objetivos claros sobre qué queremos enseñar, cómo queremos enseñarlo y para
qué, y luego ponderar los cambios que necesitamos realizar para lograr dichas
metas. Innovar en educación es, ante todo, mejorar sustancialmente la calidad
de vida de las personas desde el desarrollo pleno de sus capacidades. Como
señala Francesc Pedró, director del Instituto Internacional de la Unesco para
la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC): “Es innovación si
añade valor al aprendizaje”.
Me pregunto: ¿cómo innovar en el
aula? ¿cómo hacer innovación educativa? ¿cómo promoverla e implementarla? Desde
mi experiencia como especialista de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación la
Ciencia y la Cultura (OEI), como docente y como investigadora,
identifico siete claves fundamentales:
1. La calidad del profesorado es
crucial para la innovación educativa. Se requiere de docentes con sensibilidad,
compromiso, constancia, creatividad, empatía y capacidad para motivar y
emocionar a sus estudiantes. Docentes con apertura, autocrítica y flexibilidad
para permanentemente reinventarse y transformar sus prácticas de enseñanza
acorde a las necesidades específicas de cada grupo de estudiantes. Asimismo,
docentes en procesos de autoformación y reflexión sobre su accionar, para lo
cual necesitan disponer de horas para el estudio y la investigación.
2. La innovación es posible y se hace
sostenible si ocurren cambios en la gestión escolar. Se necesita de un
liderazgo pedagógico que sea inclusivo, distribuido y no adultocéntrico, capaz de generar y mantener una cultura
de innovación en el centro educativo. Un entorno colaborativo es fundamental
para la innovación educativa.
3. En palabras de Mariano Jabonero, Secretario General de la OEI, la
innovación es el recurso indispensable para mejorar de forma efectiva la
educación y la misma surge de la revisión crítica del interior de la propia
escuela. Innovar implica una transformación radical del modelo educativo. Es
necesario desaprender el modelo centrado en la información, la memorización y
la verticalidad, y construir modelos centrados en metodologías activas, el
aprender a aprender, la autorregulación del aprendizaje y el trabajo
colaborativo y cooperativo. Recordemos que la construcción del conocimiento es
posible mediante el diálogo y la exploración activa. O como decía Paulo Freire,
influyente educador de nuestra época, en la “búsqueda inquieta”.
4. La diversidad es otro pilar
fundamental para la innovación y una oportunidad para los aprendizajes. “Los
grupos diversos son más creativos y capaces de innovar”, ha afirmado Mara
Dierssen, neurobióloga e investigadora de Barcelona. Considero que la
innovación educativa va siempre de la mano con la atención a la diversidad, la
personalización del aprendizaje y la inclusión. El diálogo y el encuentro entre
lo diferente encierran una gran fuerza transformadora para la educación. Junto
a esto, se necesita también que las aulas sean espacios libres de estereotipos
y prejuicios a fin de no etiquetar al estudiantado ni condicionar sus proyectos
de vida.
5. En una época donde se valora lo
rápido e inmediato, es necesario reivindicar la lentitud como necesidad
pedagógica. Todo proceso de aprendizaje requiere tiempo a fin de que sea
significativo, profundo y perdurable. La pedagogía de la lentitud reclama la
necesidad de dedicar el tiempo justo a cada actividad educativa y de respetar
(e incluso potenciar) los diversos ritmos de aprendizaje. Para esto, y
siguiendo los planteamientos del experto educativo Joan Domènech, se necesita
que en las aulas exista tiempo para la reflexión, para la distracción, para el
error, para observar; tiempo para realizar aprendizajes en profundidad, llegar
a comprender procesos y aprender a aplicarlos a situaciones nuevas.
6. Innovar es construir ciudadanía.
Formar como vía para obtener mejores empleos, desarrollar emprendimientos y,
así, mejorar la calidad de vida individual, es importante. Pero la clave de la
educación es la formación de ciudadanas y ciudadanos con capacidad de
relacionarse desde la valoración mutua y el de respeto a los derechos humanos.
Formar seres humanos con inteligencia socioemocional y empatía por su entorno.
No se trata solo de preparar a los y las alumnas para los trabajos del futuro,
sino —y sobre todo— de formarles para que puedan construir la sociedad en la
que desean vivir. Un clima escolar positivo y una convivencia armónica son
también imprescindibles para la innovación educativa.
7. Finalmente, la más eficaz
innovación educativa es la que inicia ahora y se asume como una práctica
sostenida en el tiempo, con el foco siempre puesto en mejorar los aprendizajes
de nuestro estudiantado y en formar una ciudadanía crítica y solidaria. Porque
solo es posible innovar innovando.
Por
Berenice Pacheco-Salazar es doctora en Educación.
Coordinadora de Generación del Conocimiento, Innovación y Derechos Humanos en
la oficina de República Dominicana de la Organización de Estados
Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI).
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